viernes, 16 de diciembre de 2022

La pelota, la política, la vida

    El fútbol es un deporte. Un juego. Lo practica y lo sigue de cerca mucha -muchísima- gente alrededor del mundo. Algunas personas sostienen que se juega con los pies. En realidad, se juega con todo: cuerpo, mente, corazón. A veces, también, con el peso de una nación entera. Dijo el emir qatarí en 2010, al ser su país designado sede de la Copa del Mundo para este año: "es más importante estar en la FIFA que estar en la ONU".

    En este caso, esta introducción no tiene como destino hablar de orgullo argentino. El Mundial 2022 fue, con toda seguridad, un evento geopolítico único. Más importante que las aburridas cumbres del G20, que las convenciones internacionales contra el cambio climático a la que miles de funcionarios del mundo viajan en avión (!), etc. Fuimos testigxs de conflictos que tienen mucha historia, y algunos otros más actuales. Entre estos últimos, está el caso de Irán. El disparador de las protestas lo conocemos todxs. La noticia pegó muy fuerte por estas latitudes, aunque, lamentablemente, poco a poco fue quedando en el pasado. Los futbolistas iraníes decidieron (luego de saldar las diferencias entre ellos mismos) no cantar el himno en señal de apoyo a las protestas en su país -que se vienen sosteniendo hace meses-. Y, en estos días, se conoció la noticia de que un ex futbolista fue condenado a muerte, bajo la acusación de "odio contra Dios" por su participación en las revueltas de las calles. Hasta acá, la conclusión a la que llegamos todxs de este lado del planeta es casi idéntica: la situación es un horror. Personalmente, pretendo profundizar un poco esta conclusión. 

    La ley de Irán contempla la posibilidad de una condena a muerte, al igual que otros Estados, que ahora levantan la voz profundamente ofendidos. Lo que está en juego, evidentemente, es algo más de lo que vemos.

    Ojalá esto termine en favor de los pueblos; incluyendo, por supuesto, el reconocimiento de derechos humanos fundamentales para todas las mujeres de Irán. Y que el fútbol -porque Nasr Azadani es el tercer condenado... ¿por qué no nos enteramos todxs de los dos primeros?-, aún bajo noticias tristísimas y desoladoras, haya servido una vez más para debatir aquellas cosas que están bajo la alfombra la mayor parte del tiempo: en este caso, la pena de muerte, las manifestaciones frente a regímenes opresores, los derechos (¡la humanidad!) de las mujeres. Habrá quienes piensen que esto nos queda lejos, porque sucede a miles de kilómetros, porque vivimos en una democracia, algo muy distinto. Mientras todo comenzaba en Irán, aquí se estrenó Argentina, 1985. Allí pudimos ver que todos estos debates comenzaron a saldarse, contra viento y marea, por aquéllos tiempos. Sin embargo, no debemos olvidar jamás cuáles son nuestras victorias como pueblo. Y vaya si están presentes ahora, gracias a esta película, gracias al rechazo que reciben las personas oscuras que osan volver a reproducir discursos llenos de odio que creíamos sepultados, y gracias también al pueblo iraní, que hoy lucha en las calles contra los mismos males, y, aunque ninguno me vaya a leer: tiene todo nuestro apoyo.  

    Invito, entonces, a todes a desarrollar un ejercicio reflexivo: ¿qué esperamos de los gobiernos? ¿son SIEMPRE de los pueblos? ¿qué pueden hacer los pueblos para vivir mejor? ¿cómo llegamos a algo que sí nos represente? Día a día, en nuestra cotidianeidad, tenemos la posibilidad de cambiar el mundo. Parece un cliché, parece un chascarrillo. Pero es cierto. Con cada acción, con cada interacción; y, en última instancia, con cada voto (eso es: en última instancia, no en primera). Vínculos Productivos apuesta a ello. Y lo hacemos a favor de lo que nos hace vivir mejor. No sabemos bien qué es, puede que sea algo distinto para cada persona del mundo, pero lo intentamos con tenacidad. Personalmente, lo que yo sí tengo claro es que no se trata de olvidarse de la política y del fútbol. Se trata de todo lo contrario. 

    PD: que el árbol no tape el bosque. Si bien todo lo que ayude a visibilizar será siempre bienvenido, las reivindicaciones del feminismo no deben depender de lo que pase en otros ámbitos, no deben ser un efecto secundario.

    PD 2: la cultura de Irán es poco conocida en nuestro país, pero hay algunas cosas que llegan y que me maravillaron. Por supuesto, la convicción con la que siguen luchando es una de ellas. Y no lo olviden: a veces, los gobiernos nos ocultan lo valioso de sus pueblos. Si te interesa conocer algo más, te recomiendo las películas de Abbas Kiarostami. No conozco directoras mujeres, sé que sabrán disculparme: no suena a tarea fácil. Para terminar, esta maravilla. Ya que estamos con cositas artísticas, algo que no tiene nada que ver con Irán y el fútbol, pero sí con cuestionar la herencia patriarcal de nuestra cotidianeidad: Mujeres Desesperadas, de Samanta Schweblin.

Mauro Campitelli.

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